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12 agosto 2008

¡Vivas las llevaron, Vivas las queremos!

En el marco del XXIII Encuentro Nacional de Mujeres la organización feminsita Sin Cautivas presentó el siguiente documento contra la trata de personas.






La Trata con fines de explotación sexual es secuestrar (por engaño o rapto), trasladar (dentro de un mismo país o entre países) y hacer desaparecer a mujeres, niños y niñas (sin importar su edad) para explotarlas/os sexualmente (puede ser para prostitución, pornografía y/o turismo sexual).
Los estereotipos de género, los roles sexuales de varones y mujeres de nuestras sociedades, definen las características y los parámetros de la explotación sexual. Esta consideración histórica tiene que ver con la permanencia y la vigencia de una cultura patriarcal que, aún hoy y en plena connivencia con instituciones del Estado, naturaliza la disposición, el sometimiento y la apropiación de los cuerpos de las mujeres, como propiedad privada. Esto lleva a que más del 90% de las víctimas de trata sean mujeres y niñas sometidas de forma violenta a realizar actividades sexuales.
Definimos patriarcado como el sistema de “relaciones sociales sexopolíticas basadas en diferentes instituciones públicas y privadas y en la solidaridad interclases e intragénero instaurada por los varones, quienes como grupo social y en forma individual y colectiva oprimen a las mujeres también de forma individual y colectiva y se apropian de su fuerza productiva y reproductiva, de sus cuerpos y sus productos, sea con medios pacíficos o mediante el uso de la violencia” (Fontenla, 2007:258). Este sistema concibe el cuerpo de las mujeres (es decir, a las mujeres) como un objeto, objeto que se puede poseer, intercambiar, violar o mutilar. O, a través de redes de Trata, comprar y vender.

La opresión de las mujeres es anterior al capitalismo, pero éste supo (y sabe) aprovechar la división sexual del trabajo (ATTAC, 2007). La combinación del patriarcado y el capitalismo convierte a las mujeres en objetos-mercancías de las cuales es posible extraer onerosas ganancias. Crece y se desarrolla con avidez el negocio del sexo, se erige en una multimillonaria multinacional, sin fronteras y con socios inversores de destacable poder. El producto de mercantilización (los cuerpos de las mujeres) es seleccionado de manera tal que el mercado obtenga ganancias, es decir que la calidad y el precio están determinados por algunas variables como: edad y aspecto físico de las víctimas, condición bajo la cual se ven forzadas a prostituirse (necesidad, fuerza, engaño, secuestro). La Trata es un negocio que necesita de socios carentes de moral, marginados y excluidos sociales que serán los primeros inculpados a la hora de encontrar responsables de las redes. Sin embargo, el origen de la Trata no está en ellos. Es un negocio que si no surgió del ombligo mismo del capitalismo patriarcal, fueron y son las clases dominantes las que se favorecen a partir de un mercado que permite la irrigación de exorbitantes cifras de dinero sucio . Este dinero que se extrae de la trata circula en corporaciones trasnacionales (legales e ilegales) y se “limpia” a través del capital financiero.
Consideramos que el Estado tiene una responsabilidad diferenciada como coautor y partícipe de las redes. Con la formación de los Estados modernos, el poder sobre los miembros de la familia pasó de manos del pater familias a manos del Estado que, a través de las leyes y la economía, garantiza la sujeción de las mujeres al padre, al marido y a los varones en general, impidiendo su constitución como sujetas políticas. Vivimos en un estado terrorista sexual en el cual, tanto las instituciones como sus funcionarios, cuando no son cómplices, son autores del delito mismo de trata. Un estado terrorista es el que utiliza métodos ilegítimos para inducir el miedo en una población civil determinada para alcanzar sus objetivos sociales, políticos, económicos o militares. El nuestro es un estado terrorista sexual porque desaparece a más de 500 mujeres por año, porque protege a clientes , tratantes, proxenetas, violadores, torturadores, abusadores de menores y siempre responsabiliza a las víctimas.
“Los crímenes sexuales no son obra de desviados individuales, enfermos mentales o anomalías sociales, sino expresiones de una estructura simbólica profunda que organiza nuestros actos, nuestras fantasías y les confiere inteligibilidad” (Segato, 2006: 102). La Trata se desarrolla en nuestra sociedad porque está en el imaginario colectivo de género que comparten los agresores (tratantes, proxenetas y clientes –pero también jueces, policías, funcionarios políticos, medios de comunicación-) y la colectividad, las personas que compartimos una comunidad. Hay una realidad material y simbólica que es la condición que posibilita el armado y el crecimiento de las redes de trata. Vivimos en una cultura que ha naturalizado la prostitución, la desigualdad formal por parte de la población femenina, la imposibilidad de decidir sobre nuestros propios cuerpos, la creciente feminización de la pobreza, la ignorancia, la desocupación y enfermedades como el SIDA.
Este análisis nos condujo a pensar que nuestra organización feminista no sólo debe luchar para desmontar y denunciar las redes de trata, sino también para desnaturalizar cualquier tipo de violencia contra las mujeres. Así como consideramos que hay una historia del desarrollo de las sociedades que se funda en esta naturalización del varón por sobre la mujer, reconocemos que hay una historia del desarrollo de las sociedades que se funda en la naturalización de una clase por sobre otra. Entendemos que para combatir la Trata es necesario dar arduas luchas, en conjunto y bajo algunos criterios comunes, para terminar tanto con una como con otra forma de opresión.

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