LA CONTRARREVOLUCIÓN CULTURAL DEL SAPAGISMO
Miércoles 19 diciembre de 2007 por Por Pablo Scatizza y Fernando Lizárraga
(Neuquén) El pasado domingo 16 de diciembre el diario Río Negro publicó una muy cándida entrevista al flamante titular de la cartera de Cultura del gobierno provincial. Se llama Sebastián Sánchez, es profesor en Historia graduado en de la Universidad Nacional del Comahue, docente en la Universidad Católica de Salta, tiene un doctorado hecho en la Universidad del Salvador y fue becario del Conicet. Sin embargo, ni el currículum de Sánchez publicado por el diario ni la larga entrevista que le realizara dicen demasiado sobre quién es realmente este personaje, que será el encargado de delinear ni más ni menos que la política del Estado provincial en el área cultural.
Tal como puede encontrarse en numerosos sitios de Internet, Sebastián Sánchez tiene varios artículos publicados en revistas ligadas a la ultraderecha católica como “Gladius”, "Cuadernos de Espiritualidad y Teología", "Altar Mayor", "Archivum" y “Arbil”, donde ensalza, con el argumento de la “guerra justa”, la Guerra de Malvinas -negando de suyo que fuera una medida adoptada en el marco de la peor dictadura que sufrió este país-, se opone tajantemente a la existencia de los Derechos Humanos (ni hablar del derecho al aborto y la eutanasia) y persigue, con sus palabras -por ahora- a homosexuales, travestis, protestantes, marxistas, anti-católicos y ateos, entre otros herejes.
En su blog personal, por caso, llamado “El buen combate” el lema que abre la página es un elocuente “A malicia, milicia”. Allí puede leerse, por ejemplo, una nota en la que enseña sobre Derechos Humanos a jóvenes scouts. En este largo artículo, el profesor de Historia Sánchez explica a sus scouts cómo “el lenguaje de los derechos” se instaura con la Modernidad, y añora aquellos tiempos de la “Cristiandad medieval”, en los que “el hombre entiende primero y antes que nada de obligaciones y no de derechos. Sabe que tiene la obligación de rezar, de combatir y de trabajar. El hombre del medioevo reconoce que su primera obligación es el servicio, primero el servicio a Dios y, a través de éste, el servicio a los hombre”. Y a partir de aquí, el profesor construye una suerte de “genealogía del derecho humano”, en la que concluye que “El Nuevo Orden Mundial es el principado del miedo y la hipocresía. Del miedo porque, como en la Revolución Francesa y en la Soviética, resistírsele implica la destrucción. Y si nos cuesta entenderlo miremos cómo está el mundo. Y de la hipocresía y la mentira porque todo el caos que se genera, toda la destrucción que se imparte está pretendidamente legitimada en los supuestos derechos del hombre. Miremos sino [sic] es así:
• Las guerras genocidas se hacen en nombre del derecho a la democracia. • El aborto, la anticoncepción y la esterilización se hacen en nombre de los derechos sexuales y reproductivos. • La eutanasia se hace en nombre del derecho a la muerte dulce o sin sufrimiento • La clonación se hace en nombre del derecho de los derechos de la ciencia • Las sociedades quedan a merced de la violencia en nombre de los derechos de los delincuentes • El matrimonio se diluye en nombre del derecho al divorcio • La familia se destruye en nombre de los derechos homosexuales • La verdad se destruye en nombre del derecho a la opinión • La libertad se diluye en nombre de la liberación. • La religión se socava por el derecho a la tolerancia • El hombre se destruye en nombre de los derechos del hombre”.
En esta misma clase para los boy scouts católicos, el funcionario sapagista reproduce, en términos más sencillos, un feroz argumento anti-marxista (anti-gramsciano, en particular), que ya había expuesto en tono más académico en su artículo “Revolución y Cultura de la Muerte” (Revista Arbil, Nro. 61, en www. http://www.arbil.org). Sin hacer ninguna distinción entre la Revolución Rusa impulsada por Lenin y Trostky y la degeneración burocrática stalinista, Sánchez observa que en cierto momento el marxismo, creó “una nueva estrategia: la Revolución Cultural” tras comprender que “la violencia, sin dejar de ser útil, no sería el único medio que le permitiría terminar de invertir el orden natural”. Conviene reproducir in extenso la opinión del funcionario neuquino ya que aquí, indudablemente, pueden observarse las líneas directrices de la política cultura del sapagismo. Escribe Sánchez:
“La Revolución Cultural nace a partir de que los revolucionarios entienden que es necesario avanzar sobre la conquista de los espíritus, de las conciencias. Si es necesario cambiar el orden natural e imponer otro invertido entonces conviene no sólo utilizar la fuerza sino también la ideología. Se trata de imponer ideas para que cambie la forma de pensar y sentir de la gente. Hay que lograr, se dicen los revolucionarios, que la ley natural que Dios ha puesto en el corazón y la mente de cada uno que de oscurecida, se obnubile. Así entra en escena ese gran revolucionario que fue el pensador italiano Antonio Gramsci. Este marxista se dio cuenta de que para lograr cambiar el sentido común de la gente era menester imponerle otras ideas. Pero, ¿cómo hacer esto? Muy fácil se dijo Gramsci, a través de la escuela, de los medios de comunicación, a través de las influencias sobre la propia Iglesia de Cristo.
La Revolución Cultural entonces incluye la penetración de ideología en las conciencias a través de distintos mecanismos (la manipulación de la información y del lenguaje por dar sólo unos ejemplos). Esos mecanismos llegan a las personas a través de los maestros, de los comunicadores y, a veces, de algunos sacerdotes. Cuando los curas, como ha ocurrido y ocurre, se vuelven marxistas, el trabajo de los revolucionarios es mucho más fácil porque una vez que la ideología llega al púlpito y a la sacristía, es decir, a los lugares sagrados, la posibilidad de capturar la conciencia de la personas es mucho más amplia y profunda.
A través de la Revolución Cultural, que comenzó a plantearse con mucha virulencia en la década de 1960, se llega a las diversas formas de liberación, a saber: La liberación femenina, que plantea una lucha de clases y de sexos, en la cual la mujer debe liberarse del hombre. Aquí se proponen los derechos de la mujer. La liberación homosexual que señala la lucha de los homosexuales a partir de la idea de concebir la homosexualidad como una forma sexual más. Aquí se plantean los derechos de los homosexuales.
La liberación animal, que plantea los supuestos derechos de los animales, cosa que como se verá es del todo imposible. Sin embargo, existe una etapa más en este proceso de desarrollo de los falsos derechos humanos: el llamado Nuevo Orden Mundial”.
Con todo esto, no es aventurado imaginar que Sánchez pretende lanzar, con el absoluto respaldo de Sapag (quien no puede ignorar el pensamiento de su funcionario), una contundente Contrarrevolución Cultural, dirigida a combatir en todos los frentes la “Revolución Cultural marxista” que, en Neuquén, se expresa en esa “cultura de la protesta” construida en las luchas de los sindicatos no burocráticos, los partidos de izquierda, las organizaciones de Derechos Humanos, los colectivos feministas, lésbico-gays, las iglesias progresistas, entre otros agrupamientos y corrientes. (El término “cultura de la protesta”, vale añadir, ha sido acuñado y analizado por Ariel Petruccelli en su libro Docentes y Piqueteros. Libro blasfemo a ojos de SS, podemos inferir).
Soldado heroico
La cuestión bélica es algo que parece interesarle sobremanera a nuestro subsecretario de Cultura. El propio nombre de su blog (El Buen Combate) es de por sí confesional, así como la nota publicada en la página de Arbil, respecto a la Guerra de Malvinas. Allí, Sánchez destaca cómo desde que terminó la dictadura “una verdadera multitud de pseudo - especialistas se ha congregado en torno a un hervidero de lugares comunes respecto de la gesta malvinera. En ese locus ramplón en el que los hechos nada importan suele vociferarse que la recuperación de las Malvinas – a la que recurrentemente llaman “invasión” – habría obedecido a la necesidad de legitimación de un gobierno militar cuya caída estaba en ciernes. Así, a la “dictadura” se le habría ocurrido una especie de estratagema político - publicitaria que enfervorizaría a l masa y les haría olvidarse de los malos momentos vividos en los oscurísimos años setenta”.
El subsecretario de Cultura no trepida en afirmar que la guerra malvinera fue una “batalla metafísica”. “Los argentinos, aunque hoy lo desconozcamos, -escribe SS- combatimos contra las potencias que conforman, para decirlo agustinianamente, la Ciudad del hombre. En efecto, luchamos contra las fuerzas que imponen el Nuevo Orden Mundial, esa siniestra simbiosis en parte marxista, en parte liberal y siempre masónica que aspira a la disolución de las patrias en pos de la imposición de un Estado universal y homogéneo de corte profundamente anticristiano. La Argentina, aún sin saberlo aquellos que declararon la Guerra, fue la protagonista de la última peripecia bélica contra el Nuevo Orden Mundial. Ni más ni menos. De ahí el odio, la incordia y la persecución desatados contra nuestra gesta”. Hastiado de la “viruta ideológica” que denuncia la Guerra de Malvinas como uno de los tantos crímenes de la última dictadura, el funcionario se muestra remiso al debate: “Nada ponemos en la mesa de un debate infecundo. Ahorraremos tiempo y energías al no discutir la leyenda negra malvinera. Ahora sólo hay tiempo para la verdad”.
El belicismo mesiánico de Sánchez, y de la política cultural sapagista, se expresa asimismo en el artículo “El final cristiano del caballero” (en Arbil, Nro. 81), donde, a tono con la idea de que “la espada proporciona belleza a las cosas” (ya planteada en el artículo sobre Malvinas), el funcionario señala, citando a San Bernardo, que "la muerte que se da o recibe por amor de Jesucristo, muy lejos de ser criminal es digna de mucha gloria. Por una parte se hace una ganancia para Jesucristo, por otra es Jesucristo mismo el que se adquiere; porque este recibe gustoso la muerte de su enemigo en desagravio suyo y se da más gustoso todavía a su fiel soldado para su consuelo. Así el soldado de Jesucristo mata seguro a su enemigo y muere con mayor seguridad. Si muere a sí se hace el bien; si mata lo hace a Jesucristo, porque no lleva en vano a su mano la espada, pues es ministro de Dios para hacer venganza sobre los malos y defender la virtud de los buenos".
Semejante estética de la muerte alcanza ribetes escandalosos cuando señala la diferencia entre la muerte de un valiente caballero cristiano y un guerrero indígena: “Esta imagen de la muerte cristiana contrasta con lo que denota la muerte del indígena infiel que, aún por medio de una valiente pelea, termina sus días sin aceptar la verdadera Fe. Por caso vale recordar al cacique araucano Lautaro que, a pesar de afrontar la muerte con hombría y entereza de ánimo, pierde la salvación eterna al negar a Cristo y hace que su ‘alma, del mortal cuerpo desatada, baje furiosa a la infernal morada’."
Constitución blasfema
La Constitución provincial no es del agrado del nuevo subsecretario de Cultura. Parece que allí hay demasiados “derechos humanos” que atentan contra la moral católica que él se encarga de pregonar y defender por todos los medios. Tanto es así que, en marzo de 2006, hizo suyo y reprodujo en su blog un artículo de la agencia católica Notivida a propósito de la sanción del texto constitucional recientemente reformado. Al presentar la nota en cuestión, Sánchez titula su breve comentario: “Neuquén: una Constitución creada para ser desobedecida”, y añade que “para quienes vivimos y padecemos en la que trágicamente es conocida como la “Capital de los Derechos Humanos”, esta misérrima Constitución no nos sorprende, aún cuando teníamos alguna esperanza acerca de la morigeración de su articulado”. El artículo de Notivida (Año VI, nº 334, 19 de febrero de 2006) no tiene desperdicio. Por eso, vale reproducir una buena parte de esa bonita página:
Los ataques a la Vida y la Familia
Como anticipamos la nueva Constitución incorporó “perspectiva de género” (art. 45) y “derechos reproductivos y sexuales” (art. 36). Menoscabó, además, la patria potestad al reconocer a “niñas, niños y adolescentes como sujetos activos de derechos” (art. 47) (vid Notivida nº 332). Pero estas cosas ni fueron objeto de discursos ni impidieron que todas las manos se alzaran a la hora del emocionado “sí”.
Derechos reproductivos y sexuales
“El Estado garantiza el ejercicio de los derechos reproductivos y sexuales, libres de coerción y violencia, como derechos humanos fundamentales”. Lo que equivale a categorizar como “derecho” la anticoncepción, el aborto y la homosexualidad. Consecuentemente, el Estado se compromete a diseñar programas que promuevan la “procreación responsable” y a brindar “atención sanitaria especializada en salud reproductiva y sexual”, (aborto encubierto).
Además “asegura el derecho a la información sobre los derechos reproductivos” lo que significa campañas de difusión sobre anticoncepción, destinadas fundamentalmente a los jóvenes, y una educación sexual banalizadora del sexo.
Género
El Estado “incorpora la perspectiva de género en el diseño y ejecución de sus políticas públicas” Estimulando “la modificación de los patrones socioculturales estereotipados con el objeto de eliminar prácticas basadas en el prejuicio de superioridad de cualquiera de los géneros”.
Esto permitirá, por ejemplo, enseñarle a los niños que el sexo es una construcción “sociocultural”, que los hombres y mujeres -como Dios manda- son “estereotipos”; que la homosexualidad es una "opción" digna, a la que se debe reconocimiento jurídico y social, "sin discriminación alguna". Cualquier crítica a la inversión sexual -también la enseñanza de los 10 Mandamientos- quedaría encuadrada en los llamados "crímenes de odio", y oponerse a la perversión de menores podría ser calificado de "delito de homofobia".
Niñez y adolescencia
El Estado legislará y promoverá medidas de acción positiva tendientes al pleno goce de los derechos de los niños, “removiendo los obstáculos de cualquier orden que limiten de hecho su efectiva y plena realización”. Los obstáculos podrían ser, por ejemplo, la voluntad de los padres. Así los menores podrán consumir los anticonceptivos y abortivos suministrados por organismos públicos y privados, sin conocimiento de sus progenitores."
Como se advierte fácilmente, el funcionario de la administración Sapag argumenta su rechazo a la Constitución y llama a desobedecerla. Lamenta, además, que sus opiniones discriminatorias puedan ser tipificadas como delito. He aquí una flagrante contradicción: si el profesor Sánchez rechaza explícitamente la libertad de opinión (como se ha visto más arriba) y sostiene una única verdad revelada ¿por qué se queja cuando el Estado liberal se muestra intolerante con los intolerantes y reprime los “crímenes de odio”?
Pero, con todo, lo más grave no son las opiniones de Sánchez, sino el hecho de que tales opiniones hayan adquirido el estatus de política de gobierno mediante su designación como subsecretario de Cultura. Jorge Sapag ha mostrado la hilacha: detrás de sus ampulosos gestos pluralistas, dialoguistas y democráticos se esconde una nada sutil cruzada, una auténtica contrarrevolución cultural de la cual su funcionario es apenas un instrumento. Hoy es Sánchez, mañana puede ser otro u otra, pero Sapag está allí, legitimado por los votos quienes, seguramente, desconocían la trama profunda de su proyecto oscurantista.
(C) 2004-2007. Una realización de Cooperativa (8300) para la Comunicación
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